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Hecho para la caza

Los propietarios de Braco de Weimar presentaron este fin de semana en la II Monográfica celebrada en Navalcarnero a los ejemplares mejor seleccionados y criados para la caza. Tras 100 años de raza pura analizamos como se constituye un linaje con aspiraciones de perfección.

Lejos de las escopetas y el olor a tomillo el Braco de Weimar demuestra en un terreno distinto que esta hecho para la caza.Un gran número de los también llamados Weimaraner acude desde toda España para demostrar cumplir perfectamente con los estándares que implica su nombre. La morfología, el tamaño y el peso deben responder a unas medidas tan estrictas como el 90 60 90 de las mejores pasarelas internacionales, algo que no se consigue sin el incesante trabajo de los criadores, seleccionadores de ejemplares para una procreación que intente asegurar la persistencia de ciertas características físicas y de trabajo.

Esta raza, que en palabras del presidente de la Asociación Española para la cría y selección del Braco de 
Weimar (AEBW), Joaquín López es “versátil con todo tipo de especies de caza menor” muestra también
Braco de Weimar por Lani Jones
tener “equilibrio emocional, caracter familiar, belleza física y amor por el dueño”, quizás heredada del noble alemán del que toma su nombre, el Gran duque Carl August de Weimar. Enérgico, se mueve en el campo con avidez recordando los tiempos en que era acompañante de guardabosques y cazadores en la parte central de Alemania. Hace más de 100 años, y después de mezclarlo con el perro de pájaro, empezó a planificarse la crianza de esta raza pura.

Según nos cuenta Joaquín López ésto solo se logra y se mejora a lo largo del tiempo “mediante rigurosa selección de ejemplares que cumplan stándares morfológicos y de trabajo”, practicando algunos criadores técnicas endogámicas como el inbreeding y linebreeding. El licenciado en Veterinaria, Bioquímica, becario del Consejo superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y del Instituto de Nanociencia de Aragón (INA) y actualmente investigador de la Universidad de Extramadura, Daniel Lozano, nos explica que “el aspecto fundamental de esta ciencia es optimizar el rendimiento productivo de los animales de compañía (incluyendo animales de abasto y caza menor)”. Para ello y basándose en las leyes de Méndel “existen técnicas de profunda rusticidad consistentes en la consanguinidad o endogamia, basadas en aparear animales que están emparentados”, entre las que se encuentran el inbreeding, que “es la pura consanguinidad”, por ejemplo madre hijo, y el linebreeding, “también consanguínea, pero con otro grado de relación con miembros de la familia”, como primeros primos.
El presidente de la AEBW nos comenta que “cada criador tiene sus ideas al respecto, aunque indudablemente el inbreeding es el instrumento más eficaz para fijar aquellos caracteres que deseamos”, aún así, Daniel Lozano insiste en que se trata de “métodos de elevada rusticidad y justo por su sencillez pueden llevar a error”. Son de elevada rusticidad puesto que un perro puede ser sublime en la caza “además de por su genotipo, porque se haya desarrollado en medios óptimos” ya que si un perro con muy buen material genético no cuenta con “el efecto medio externo” posiblemente no llegará a nada, cinegéticamente hablando. Para resumir, “la calidad de los genes no mejora pero sí se hace pasar forzosamente los buenos genes de los progenitores a la siguiente generación”.
En cuanto a los posibles errores, el presidente de la AEBW, Joaquín López, advierte que “un inbreeding continuado nunca es positivo; hay que saber regfrescar lineas”. Por su parte Daniel Lozano defiende que “ l
a naturaleza es profundamente sabia y no ve con buenos ojos que una madre tenga hijos con sus propios hijos, pues las leyes de la evolución de Darwin defienden el cruce entre diferentes familias para mejorar la riqueza genética de la especie. Por ello la naturaleza evolutiva utiliza los genes de carácter recesivo para eliminar al individuo y que éste no pueda pasar la herencia genética a sus descendientes. Este tipo de genes suelen expresarse fenotípicamente como enfemedades”.
En otro sentido encontramos la posición del activista de la Fundación Equanimal, Víctor Crespo, quien asegura oponerse a la cría de animales ya que eso significa “no reconocer a los animales como sujetos de derecho”, algo que es una manifestación es “especismo”, es decir, discriminar a los animales no humanos. Además “estas técnicas suponen un beneficio para los intereses humanos que van en perjuicio de otros intereses superiores de los animales como la libertad y la dignidad”. Visión distinta a la de Joaquín López que nos dice que “el perro es un animal
doméstico que existe gracias al hombre” por lo que ya resultaría imposible la selección natural y la persistencia de la raza sin ayuda del hombre. Igualmente Daniel Lozano indica que “los perros son animales domésticos desde hace miles de años y hoy por hoy la naturaleza no los aceptaría en su seno y los eliminaría”.

No sabemos si los perros
hubieran preferido o preferirían caminar separados del hombre, pero cierto es que algunos como los Weimaraner de la II Monográfica muestran formar un binomio perfecto con sus dueños en actividades como la caza, que siendo hoy un deporte, supuso en el pasado un campo de batalla en el que sin nuestros compañeros cánidos quizás no habríamos sobrevivido.
Pareja de Braco de Weimar en carrera por Lani jones