Una llamada a la Policía Nacional en
Lugo alertaba de una posible amenaza de bomba. Las últimas detenciones y la incautación
de explosivos a grupos independentistas gallegos hicieron saltar la alarma
Una vez superado el episodio nadie parece
acordarse de la preocupación que durante dos horas sacudió a esta ciudad de
95.000 habitantes. Las recientes detenciones de miembros de grupos independentistas
en Vigo y Lugo vuelven a poner de manifiesto que el terrorismo no sólo es cosa
de ETA.
Las fuerzas y cuerpos de seguridad no quieren
ni oír hablar de que se pueda producir
alarma social entre la población lucense como consecuencia de la actuación de
los activistas radicales. Sin embargo, muchos ciudadanos se muestran intranquilos
por lo que consideran un repunte en las actividades delictivas de estos grupos
y la posibilidad de que puedan seguir actuando.
La estación de autobuses de Lugo recuperó la normalidad tras comprobarse que la amenaza de bomba era falsa /MJ Campo |
La mañana del 7 de diciembre, dos jóvenes con
la cara descubierta se presentaron en la consigna de la estación de autobuses
de Lugo, con dos mochilas. Las dejaron en manos del encargado y recogieron su
ticket mientras uno de ellos le advertía de que haría explosión en el plazo de
dos horas.
Sólo fueron necesarios unos minutos para que se
activara el protocolo previsto para estos casos. “Inmediatamente se procedió al
desalojo y acordonamiento de la zona afectada creando un perímetro de seguridad
y se realizó el despliegue de unidades especiales, guías caninos y técnicos en
desactivación de explosivos, solicitados a la Jefatura Superior
de Galicia”, explica la portavoz de la Policía Nacional en Lugo,
Mónica Díaz. “Es el procedimiento habitual en estos casos”.
“Las unidades especiales comprobaron las
mochilas sospechosas tras el rastreo de la consigna por los guías caninos y se
comprobó que no existían explosivos en su interior”, relata la portavoz.
A las 11.20 y gracias a las descripción
pormenorizada que de los dos individuos que realizó el encargado de la consigna
“se procedió a la detención de los presuntos autores del hecho”. Dos jóvenes
que hicieron una gamberrada, aunque a uno de ellos la “broma” le puede salir
cara. El código penal establece penas de prisión de seis meses a un año o una
multa que va de seis a dieciocho meses, por alarmar falsamente sobre la
existencia de explosivos.
Hasta aquí todo lo ocurrido no sería más que un
susto. Sin embargo, lo ocurrido en las jornadas del 30 de noviembre en Vigo y
la detención en la propia ciudad de Lugo de otros dos activistas, el 3 de
diciembre, hizo que en el ánimo de los lucenses las cosas se viesen de otra
manera.
El gerente de la estación de autobuses de Lugo,
Luis Abeledo, explicaba que el desalojo de las instalaciones se había realizado
con relativa tranquilidad “la mayoría de los empleados ya han vivido
situaciones semejantes, ésta es la octava o décima amenaza de bomba que hemos
padecido, aunque casi siempre habían sido mediante llamada telefónica”.
Los trabajadores directos de la estación, el
personal que trabaja en las empresas de transporte y los usuarios fueron
desalojados. Se cortaron al tráfico las calles colindantes. El perímetro
quedaba totalmente controlado.
La detención de dos supuestos activista de un
grupo independentista dos días antes hizo que, ante la llamada recibida en el
091, los cuerpos de seguridad no tardasen más que unos minutos. “A los tres
minutos de haber hecho la denuncia la policía ya estaba dentro de la estación-
comentó el gerente- la gente está más sensible a causa de los acontecimientos
recientes, pero si lo piensas el hecho de que los sospechosos llegasen con la
cara descubierta y tranquilamente, no tiene sentido. Si hubieran querido
hacerlo te dejan las mochilas en cualquier esquina y no dicen nada”.
La subdelegación del gobierno en sus comunicados
a los medios de comunicación desvinculaba el suceso de cualquier actuación
independentista. El subdelegado del gobierno, José Vázquez Portomeñe, insistía en
que no había “nada de preocupante en Lugo en relación con estos hechos”.
La gente en la calle y los que en aquel momento
se encontraban en lugares cercanos a la estación pasaron un mal rato. Para
muchos era inevitable no relacionar una cosa con otra. No se hablaba de otra
cosa en las cafeterías y bares. Se desviaron muchos autobuses y se suspendieron
las salidas de otros.
Los medios de comunicación hasta la confirmación
oficial, horas después, siguieron diciendo que “por el momento nadie había
reivindicado la acción”.
“No creo que se haya producido alarma social”,
dice la portavoz de la Policía Nacional ,
Mónica Díaz, “es normal que la gente se asuste hasta que no conoce exactamente
lo que ocurre, pero sin más. El concepto alarma social es muy difícil de
cuantificar, depende de varios parámetros y desde dónde se analice. Nosotros,
ante cualquier amenaza, hubiéramos actuado igual, activando el protocolo
previsto para estos casos”. Ante la insistencia en saber si realmente la
policía estaba preocupada por los radicales comenta, “en ocasiones son los
propios medios los que inciden en esos aspectos, la gente termina comentando lo
que ponen los periódicos y en función de eso hacen una valoración, a veces, no
muy ajustada a la realidad. Nunca, independientemente de los hechos ocurridos
ahora o hace tiempo, se puede descartar a priori nada, pero una vez esclarecido
lo sucedido cerramos el caso”.
Lugo es una ciudad segura. Al menos así se
desprende de los datos que de vez en cuando se airean en esta materia. Otra
cosa es cómo se siente la ciudadanía. Probablemente no vivan alarmados o
amenazados, pero quizás sí preocupados.
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