El uso del rap como elemento de persuasión satisface a los anunciantes
y responsables de marketing, pero provoca rechazo entre los artistas y seguidores
del género musical.
El rap protagonizado en
un vídeo por el actor y político de UPyD Toni Cantó, con el fin de pedir el
voto durante la campaña electoral de las elecciones del pasado 20-N, es sólo un
ejemplo más de una realidad que cada vez se encuentra más de manifiesto: la
música rap se ha convertido en uno de los elementos más utilizados en
publicidad y marketing.
Las empresas y
departamentos de marketing han puesto
sus ojos en un género que, en los últimos años, goza de buena salud y de un
gran seguimiento, especialmente entre la gente joven. “Los profesionales no son
ajenos a las tendencias y modas de la sociedad y, por ello, en muchas ocasiones
se busca este género musical para conseguir una gran repercusión y lograr persuadir
al receptor”, afirma el publicista
Santiago García, licenciado en Publicidad y Relaciones Públicas por la
Universidad Autónoma de Madrid. En UPyD lo consiguieron
gracias al vídeo de Toni Cantó, obteniendo un gran calado en los medios: con el
rap electoral del actor valenciano, muchos diarios e informativos televisivos se
hicieron eco y el partido político logró la repercusión que buscaba.
Esto viene siendo un
recurso habitual a raíz de la popularidad que ha alcanzado el rap en España, sobre
todo gracias a eventos como la Batalla de
los gallos, organizada por Redbull.
La conocida marca de bebida energética apostó por organizar una competición de
rimas improvisadas que extendió la popularidad del rap y la de la propia marca.
Sin
embargo, quienes forman parte del movimiento rap suelen mostrarse reacios ante el
hecho de mezclar su música con la publicidad. En la mayoría de ocasiones, cuando
se trata de anuncios televisivos o cuñas de radio, se contratan actores que
recitan una letra escrita por un guionista, en lugar de pagar a un artista que
se dedica a ello. Así, el resultado no es tan bueno ni profesional, creando malestar
entre los aficionados a este género musical, que lo encuentran más como una
parodia que como un favor para popularizarlo. El rapero Carlos Mallo, conocido
dentro del género como Cronosh, es un
ejemplo de artista que rechaza la inclusión del rap como elemento persuasorio:
“Ahora el rap tiene mucha aceptación entre los
jóvenes, es algo en auge y entiendo que quieran valerse de él para vender sus
productos, pero no lo comparto. Preferiría que no involucraran al rap”. Además,
resulta también común la utilización de una imagen superficial, como el propio
cantante asegura: “Es
habitual ver la típica imagen del rapero con gorra para atrás, con medallas
colgando del cuello y ropa gigante. Se utiliza un estereotipo que a veces
resulta ofensivo, falta mucho conocimiento por parte de la sociedad”. En este
sentido, el publicista Santiago García justifica a los anunciantes y
responsables de las campañas de promoción: “Contratar a un profesional, sobre
todo a un artista reconocido, supone un gasto mayor. Es cierto que se pierde
credibilidad y entiendo que pueda resultar ofensivo, pero en ese sentido son
las propias empresas quienes deciden y mientras sigan teniendo buenos
resultados no cambiarán esa estrategia”.
Se
trata, por tanto, de una unión imperfecta, donde una de las dos partes no se
encuentra satisfecha con su papel. La calidad y credibilidad aumenta cuando se contrata a profesionales del género, pero poco pueden hacer los
seguidores y artistas de rap para dar un golpe en la mesa y romper esa unión:
mientras siga dando sus frutos a los anunciantes, el matrimonio continuará.
Aunque sea uno de conveniencia.
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