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El lenguaje de las marionetas


Imagen de la compañía francesa Crèature
Son los tirititeros, demiurgos dramáticos, de espectáculos mágicos que dan vida a lo que toca. Hilan historias. Crean personajes. Despiertan la imaginación.
El titiritero trabaja en un terreno con enormes posibilidades que le permite trasladarse de un universo a otro y jugar con todas las opciones físicas, técnicas o artísticas que permiten los títeres. “Aunque los títeres sean de lo más básico y no muevan ni los ojos ni la boca, los espectadores se identifican con ellos, con sus penas y alegrías. Curiosamente es más creíble un pedazo de cartón o de madera que un actor que sufre, ríe o se muere, pero que al final de la obra sale a saludar. Cualquier acción que le ocurre a un títere es como si le pasara a un ser indefenso y por siempre han sido unos maravillosos vehículos para las emociones”, asegura Gloria Zapata, integrante de la compañía de Almería Axioma.

Ellos son los  actores y creadores pero en escena ceden todo el protagonismo a los muñecos que desde el momento en que los construyen cobran vida: “Los comprendes, les hablas, les regañas cuando no te dejan expresar lo que quieres y no permites que nadie les maltrate o les desprecie”, asegura Gloria Zapata. Los integrantes de la compañía Cachivache coinciden: “Te conviertes en un adicto al trabajo porque llegan a ser unos seres tan entrañables que cuando no estás con ellos; hablas de ellos, piensas en ellos”.

El artista mueve el muñeco o el títere, y le convierte en un personaje vivo. “Creo que una de las características fundamentales para ser titiritero, es la tener esta actitud de un niño dispuesto a jugar. Porque de alguna manera, esta es la base que nos permite crear este mundo de ficción, en donde yo doy vida a algo, juego a algo y estoy convencido, dentro de las reglas de este juego, de que las cosas pueden tener vida, pueden moverse, tener diálogos y crear personajes”, afirmaba el reconocido tirititero argentino Carlos Converso en una entrevista en la revista La Ratonera.

SONRISAS DE LECHE
La infancia es su público mayoritario. “Un arma de doble filo” sostiene la compañía  Axioma. “Por un lado están abiertos a cualquier tipo de propuesta, pero por otro, no tienen ningún convencionalismo social. Con lo que si no les gusta algo, se van, protestan o arman jaleo. Sí además de hacer un espectáculo para niños, lo hacemos en la calle. Las dificultades aumentan: sillas incómodos o de pie, falta de espacio, ruidos, coches o gente que pasa”.

Tampoco se desatiende la atención de las personas que acompañan a la infancia a ver los espectáculos. “Procuras que tengan varias lecturas para que los acompañantes no les suelten sino que se queden a disfrutar también del espectáculo.  Nosotros además intentamos crear obras permeables para que se encuentre un fondo en el espectáculo que luego haga pensar una vez que finalice”, cuenta la compañía Cachivache.   

Por eso, como apunta Gloria, Axioma,  después de la representación siguen con los títeres, “se los mostramos a los espectadores, se los acercamos a su realidad. Hay que tener en cuenta que además de realizar una hora de espectáculo y de ofrecer entretenimiento, se puede influir con los mensajes. La faceta social que tiene crítica y de espejo a la realidad. Por lo que es una labor delicada y absorbente”.

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