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Información y control (I)


El clima de tensión política que se vive en España ha aumentado en los últimos meses. Prueba de ello han sido las agresiones por parte de las Fuerzas de Seguridad del Estado a personas que se encontraban ejerciendo su libertad de expresión. Decenas de heridos, agredidos, retenidos y detenidos se han registrado en las manifestaciones del 15-M y posteriores y en las concentraciones laicas en el mes de agosto.

En especial, el gremio de los profesionales de la comunicación ha tenido conflictos. Ellos han visto cómo su trabajo era detenido forzosamente por las Fuerzas de Seguridad del Estado. Un redactor del diario digital La Información, Gorka Ramos, fue agredido y detenido el 4 de agosto mientras cubría una de las manifestaciones del movimiento 15-M en los alrededores del Ministerio del Interior, según su propio periódico. Días más tarde, el 17 de agosto, una periodista, Lidia Ucher fue golpeada y amenazada durante una de las protestas laicas en la Puerta del Sol, tal y como denuncia ella misma El mismo día y en el mismo lugar, un foto periodista, Daniel Nuevo, fue agredido en la calle Atocha por retratar como la Policía Nacional golpeaba a una joven, según un vídeo colgado en Internet. La periodista y escritora Paloma Aznar interpuso una demanda en los juzgados de Plaza Castilla por agresión en las concentraciones laicas del 18 de agosto. Hasta otros tres periodistas y reporteros gráficos, entre ellos Jonás Candalija, denunciaron situaciones similares.

Ucher, que acudía a la protesta laica del 17 de agosto en Sol con Jonás Candalija y más compañeros, cuenta como la Policía detenía a su colega, que preguntaba por qué se les impedía el paso a la plaza mientras los peregrinos entraban y salían de ella: “A la primera de cambio se lo llevan. Le interrogan, le registran, le piden documentación”. Ante ello, Ucher no da “crédito” y decide colarse entre los peregrinos para ayudar a su colega. “¿Dónde vas? No puedes pasar”, dice un agente. Ella decide seguir pero el policía la coge “por el cuello y la cabeza”, la arrastra contra su “voluntad” a la furgoneta policial y la tiran “en el hueco entre el asiento trasero y el delantero”. Por si fuera poco, le dicen que sólo la están identificando y después, la dejan ir. Sin embargo, el suceso se vuelve a repetir casi idénticamente. Además de ello, le ponen una multa.

Otro de los periodistas agredidos fue Daniel Nuevo. La Policía agredió a una chica en la calle Atocha y el reportero se encontraba a su lado. Además de verlo, lo fotografió. Según él, el flash de su cámara fue el inidicio que lo delató ante la Policía. Por ello, recibió “puñetazos, patadas y porrazos” por parte de las Fuerzas de Seguridad del Estado. Uno de los golpes fue en la nuca y según cuenta, lo paralizó “por unos segundos” y se desplomó. Incluso, ya desde el suelo, llegó a perder el “conocimiento durante un par de segundos”. Tras restablecerse, se levantó y se fue. Con miedo. “Ahí supe qué es el miedo”, cuenta. Todo este suceso fue registrado. En todos estos casos, los periodistas se acreditaron como tales. Entonces: ¿por qué las agresiones? Según Daniel Nuevo, “solo por informar”.

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