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La fotografía, ¿una salida profesional rentable?


Cada semana se pueden encontrar en Madrid exposiciones, ferias o talleres de fotografía. Numerosas instantáneas cubren paredes de estrechos bares o muros de inmensas galerías de la capital. Pero ¿qué hay detrás de todas esas fotografías? Lo que esconden es ser particulares por tener nombre y apellidos.

Muchos profesionales de la fotografía dan a conocer su trabajo a través de bares o salas, donde se exponen por un período de tiempo que puede durar meses. La fotógrafa Nohelia Velo, autora de la exposición ‘Le Petit Monde’, cuenta que “a través de las exposiciones automáticamente la gente confía mucho más en tu trabajo y apuesta por ti mucho más”.
Cuando se expone una obra, el artista es el encargado del montaje y la recogida de las fotografías. Normalmente la exhibición de un trabajo en bares, cafeterías o restaurantes es rentable porque el fotógrafo/a no paga para mostrar su tarea aunque, a veces, “los bares te piden una obra a cambio de ceder el espacio o, si vendes las fotos, te piden entre un 10 ó 15 por ciento de las ventas”, cuenta Nohelia.
Preparar un proyecto; seleccionar las fotos, imprimirlas y enmarcarlas, suele llevar aproximadamente un mes y medio. El número de fotografías que se expone “depende mucho del espacio donde se vayan a colgar. En mis exposiciones, he tenido desde ocho fotos hasta quince”. Pero además del tiempo, esta labor conlleva unos gastos que, en muchas ocasiones, no llega a ser cubierto por no obtener suficientes beneficios ya que, como cuenta Nohelia, “si no es en una galería es difícil vender las obras” y sobre todo “venderlas a su precio real”.

                                            Exposición 'Le Petit Monde', de Nohelia Velo
Una alternativa a las exposiciones en locales es presentar un trabajo, que reunirá las mejores piezas del autor, a fundaciones, asociaciones, universidades o ayuntamientos, entre otros, que promuevan la fotografía y se encarguen de organizar muestras.
Un ejemplo es la asociación entreFotos, creada hace diez años, que celebra una feria-muestra anual en la que los autores ofrecen la venta directa al público de su obra. En este caso, los fotógrafos presentan su trabajo más con la intención de venderlo que con la de exponerlo simplemente. Esta muestra está costeada por los propios autores. Tiene lugar en el distrito de Arganzuela y es el Ayuntamiento quien cede la sala, pero sin subvención.
En otras ocasiones, cuenta el fotógrafo y presidente de la asociación, Pepe Frisuelos, “el ministerio de cultura sí da una ayuda” aunque de momento, “este año no se sabe aún si la tendremos”.  Para poder costear los gastos que supone organizar el evento, se buscan patrocinadores particulares “aunque el dinero es muy escaso”, apunta Frisuelos.
Al no haber galerista de por medio, el fotógrafo se queda con la cantidad “íntegra de lo que vende”. Además, cada autor fija el precio de sus fotografías, que variará en función de las dimensiones, el enmarcado… El abanico de precios es muy grande. La obra más económica ronda los 60 euros pudiendo alcanzar hasta los 4.000. La inscripción por derecho de participación es de 450 euros, cantidad que no siempre se cubre al término de la muestra, ya que no se garantiza la venta de las fotografías.
La asociación pone a disposición de los artistas un stand y son ellos quienes gestionan todo el tiempo que dura la muestra. Montaje y desmontaje de las obras,  transporte o gastos de envío, por ejemplo.
Un comité o jurado independiente evalúa los trabajos y selecciona a los fotógrafos que presentarán sus obras, pudiendo elegir a un máximo de 35 autores. “Ser socio, no significa que se vaya a participar”.
Frente al oscuro presente que rodea este arte, surge la pregunta de si realmente está reconocido el trabajo de los muchos profesionales que se esconden tras cada imagen expuesta. Frisuelos opina que, aunque “hay autores que pretenden vivir de esto, desde luego, da más trabajo que dinero”. 

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