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Las denuncias a hijos maltratadores aumentan cada año en España


En los últimos años, el número de denuncias y casos abiertos sobre jóvenes que maltratan a sus progenitores no ha hecho más que aumentar. No se sabe a ciencia cierta si crece la cifra porque se dan más casos de violencia o porque los padres están más concienciados y deciden no sufrir en silencio y dar el paso a la denuncia. Lo que sí se sabe es que la prevención y la intervención rápida pueden reducir este problema. Es la razón por la que las asociaciones consideran fundamental centrar sus esfuerzos en ello.


Hijos que pegan a sus padres. Insultos. Faltas de respeto graves. Cada vez es más habitual encontrar estas situaciones en los núcleos familiares. Ya en el 2005 se registraron en España alrededor de 6.700 denuncias de padres contra sus hijos adolescentes de entre 14 y 18 años.  En 2006 aumentó a 7.300 y en el 2007-2008 superó la cifra de 8.000 denuncias.  A pesar de los programas de prevención que se están llevando a cabo por asociaciones y organismos oficiales desde hace tiempo, en 2009 rondó los 9.000 y en 2010, según los últimos datos disponibles publicados por la Fiscalía General del Estado, los casos denunciados ya superaron la elevada cifra de 9.000. En el aspecto porcentual, en España únicamente una de cada ocho familias da el paso de denunciar estas muestras de violencia intrafamiliar.

La situación en España es alarmante, sobre todo en puntos como la Comunidad de Madrid. Por ejemplo, en territorio madrileño siguen siendo predominantes los delitos de menores contra el patrimonio o el robo con violencia o intimidación; sin embargo, las cifras relativas a la violencia doméstica pasaron de 307 en 2009 a 401 en 2010, es decir, se ha producido un aumento de más del 30%, según informa el Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid.

Hoy en día, cada vez más, los padres recurren a denunciar maltratos por parte de sus hijos. Es un paso importante ya que, hasta estos últimos años, la mayoría de padres no recurrían a los tribunales hasta que no se encontraban en una situación desesperada en la que su hijo había llegado a utilizar la violencia contra ellos, especialmente contra la madre, que suele ser el blanco fácil para este maltrato físico y verbal. Pero no son las únicas víctimas. También se denuncian casos de adolescentes que mortifican a sus abuelos, aprovechando en muchas situaciones su vulnerabilidad. Sin embargo, al igual que sucede con la violencia de género, al ser un conflicto familiar, es difícil saber a ciencia cierta el número de casos de violencia ascendente, ya que las cifras ‘negras’ siempre serán mayores que las oficiales.

Además de ser capaces de denunciar cuando la situación en casa se complica, siempre ante todo hay que buscar la prevención. Hay comportamientos previos a la violencia que denotan que el adolescente ‘tirano’ está comenzando a tomar las riendas de la casa. Es en ese momento cuando hay que ponerle una barrera. Por ello, existen programas de prevención e intervención con jóvenes que maltratan a sus progenitores, como es el proyecto nacional iniciado por la Obra Social de la Fundación La Caixa y la Asociación para la Convivencia Aspacia. Desde que comenzara esta iniciativa hace unos meses, ha intervenido en 20 casos, con una amplia franja de edad de los jóvenes, desde los 8 a los 23 años. El director y coordinador de dicho proyecto, Ricardo Rodríguez Suárez, explica cómo afrontan cada nuevo caso: “Primero se realiza una valoración psicosocial con una entrevista semiestructurada compuesta por el psicólogo y una educadora social, donde se recolectan todos los datos relativos a los contextos sociales inmediatos del chaval y su familia, identificando factores de riesgo y protección. Luego realizamos una intervención educativa con los familiares que acompañaron al/a la menor acerca de los objetivos del programa y qué pasos vamos a seguir para conseguir su apoyo y disminuir las angustias; y luego se realiza una intervención individual con el chaval valorando en algunos casos la intervención con los familiares”.

El trabajo de prevención es fundamental por dos simples razones: evitar el sufrimiento físico y psicológico de la familia y la dificultad que encarna la reconducción del joven una vez que ya ha caído en las redes de la violencia. “Una vez te encuentras con una persona que ya tiene una estructura de la personalidad conflictiva, el trabajo es complicado”, puntualiza el psicólogo en el Centro de Rehabilitación Nueva Vida y miembro de la Red de Recursos de Atención Social de la Comunidad de Madrid, Carlos Molinero Sánchez. Para comenzar, uno de los objetivos terapéuticos fundamentales de primer nivel es conseguir involucrar y lograr que la persona se dé cuenta de que es responsable de su propia problemática y resolución de sus problemas”, subraya Molinero. "No es para nada una tarea fácil", concluye.

Un niño se muestra agresivo. Fuente: Kevin Rivas www.flickr.com

Perfil y causas
Para prevenir el problema antes de que se agrave, es necesario conocer el perfil más habitual de hijo ‘tirano’ en España y las causas por las que se produce este tipo de actuaciones irrespetuosas y violentas.

Aunque se pueda pensar que estos comportamientos violentos radican en aquellos jóvenes asociados a la delincuencia juvenil y a la marginalidad, no es del todo cierto. Se deben principalmente a la falta de unas reglas de conducta adecuadas dentro de la familia y al desacertado uso de castigos y permisos sin ningún tipo de patrón, lo que supone en ocasiones que el menor no acepte ningún control por parte de sus progenitores. Además, es frecuente que la violencia que ejercen los niños maltratadores en el ámbito familiar sea el único comportamiento delictivo que cometan; no suelen estar involucrados en otros conflictos.

Es importante aclarar que no se trata de un fenómeno exclusivo de las familias desestructuradas sino que es frecuente encontrar a menores maltratadores en familias de clase económica y social media-alta. Abarcando el tema desde una perspectiva sociológica, destacan los casos en los que el menor es hombre y pertenece a una familia monoparental – principalmente criados por la madre –, adoptando con asiduidad hacia dicho progenitor una actitud patriarcal y machista. Sin embargo, cada día que pasa se equiparan más las denuncias hacia hijos e hijas.

A pesar del posible miedo de los padres al leer estos datos sobre el crecimiento de la violencia ascendente, no deben preocuparse por si su hijo nace violento o con estos comportamientos en los ‘genes’, ya que, como indica Rodríguez Suárez: “Caer en la violencia es una elección”. Para que los menores no entren en ese ciclo de maltratos a sus progenitores, la labor de los padres y los profesionales de la psicología y sociología, obviando a los organismos oficiales del Estado. 

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