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La anorexia a los 40


La anorexia es un trastorno alimenticio que generalmente se presenta en adolescentes del sexo femenino. Las pacientes sufren una distorsión de la realidad, como ocurre en la mayoría de trastornos mentales, que se refleja en su aspecto físico.

En la actualidad, la anorexia no sólo se ceba con los jóvenes. Ese cliché de la sociedad de que sólo pueden sufrirlo chicas adolescentes ha cambiado. A su lado hay que situar a una mujer de unos 40 años, que atraviesa una profunda crisis para que la edad no le quite lo que una vez fue. Según datos de la Asociación en Defensa a la Atención a la Anorexia Nerviosa (Adaner), el 85% de los enfermos tiene más de 18 años. Dentro de ese porcentaje la mayoría se encuentran entre los 25 y los 35 años. Sin embargo en los últimos años ha crecido el número de casos de personas mayores de 40, pasando de un cinco a un 12%.


Vídeo resumen las causas y características de la anorexia

Entre ellos se encuentra el caso de Susana, una madrileña de 42 años que, hasta hace unos meses, pesaba 54 kilos. Quiso adelgazar un poco, no mucho. Lo justo para quitarse uno o dos kilos para el verano.

Sin embargo adelgazó 12 kilos y cuando pesaba 42, su marido, con el apoyo de sus amigas, decidió ingresarla en el Hospital Psiquiátrico de Leganés. Sabía que no estaba bien. Su mente no quería admitirlo pero algo estaba pasando. Antes de llegar al Hospital hojeó libros sobre anorexia y se reconoció. Le daba igual. En realidad no quería curarse. Ella se veía bien.

Al llegar al hospital bebió un zumo y lloró por haberlo hecho. En ese momento se dio cuenta que iba a pasar mucho tiempo en aquel psiquiátrico. Las primeras semanas estuvo ausente, deambulaba por los pasillos sin ningún rumbo. Ese lugar le daba miedo, cada día veía escenas muy duras.

Todó empezó cuatro años atrás. Consiguió un trabajo en Londres. Allí comenzó a vomitar y a controlar lo que comía, incluso lo anotaba para no cometer ningún error. Si ayer había comido algo, al día siguiente no se merecía comer. Esas era la regla.

Cuándo volvió a Madrid dejó de vomitar y de comer. Toda su vida giraba entorno a la comida y el premio que se daba a ella misma era no comer. El día que no lo hacía era feliz. Si lo hacía se traicionaba a si misma. Si en alguna ocasión comía algo más que un simple bocado se veía gorda, se despreciaba y se obligaba a vomitarlo. Podía pasarse días sin ingerir ningún alimento, incluso meses si la hubieran dejado.

En el año siguiente mejoró algo a raíz de su boda, consiguió coger unos kilos. Hasta que llegó este verano y volvió a recaer o, como reconoce hoy, "a dejarme vencer por un rival que ya tenía olvidado". Entonces, se puso en contacto con la Federación Española de Asociaciones de Ayuda y Lucha contra la Anorexia y la Bulimia Nerviosa, que le recomendó acudir al centro piquiátrico de Leganés.

Se cumplen dos meses desde su ingreso y esta dando su primeros pasos hacia su recuperación. Ya come a diario y prácticamente no vomita. Es consciente del largo camino que le queda pero ha aprendido a conocerse.

Su médica, Alejandra Fernández, reconoce que "si continúa por este camino en pocos meses podrá salir del centro." Susana esboza una gran sonrisa, tiene muchas ganas de reencontrase con su marido y volver a recuperar su vida. Atrás quedan esos días de calcular cada gramo de comida, de mirarse al espejo y odiarse, de esconder la comida en los lugares más insospechados. Sabe que siempre será una enferma, que no debe bajar la guardia, pero está preparada para ello.

Se despide a las puertas de centro con un gracias y un adiós, se ha hecho tarde, tiene que ir a comer.

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