Uno de los principales activos de la tercera ciudad más
importante de la provincia de Burgos, Aranda de Duero , son sus bodegas
subterráneas. Construidas a mano en el siglo XV, estos túneles subterráneos han
sido testigos directos de las modificaciones urbanísticas de la villa ribereña,
desde el derribo del Convento de las Madres Bernardas, que se comenzó a
construirse en 1596, pasando por el colegio de la Plaza del Trigo, las murallas
de Aranda y, más recientemente, el derribo del local anejo a la Bodega José
Antonio, en la Plaza de Santa María.
Las bodegas, que según un reciente estudio de la empresa ‘Terracota’ realizó para el Consistorio, estarían
ubicadas en dos zonas que saldrían del centro medieval arandino, coincidiendo con las actuales Calle de Ricaposada y Calle de San Gregorio, dividiéndose estas zonas en
siete partes donde se condensarían las 153 bodegas inventariadas, alguna de
ellas hundida por el paso del tiempo y la humedad.
La que fuese concejala de Turismo en la anterior
legislatura, Mar Chamorro, explica que durante su mandato “se intentó poner todos los medios necesarios para la
conservación de las bodegas”. Explica Chamorro que durante su último mandato se
comenzó a dar pasos en cuanto a la política de mantenimiento y gestión del
patrimonio histórico bodeguero arandino, solicitando solicitado que el
entramado de las bodegas subterráneas de Aranda sean consideradas como Bien de
Interés Cultural por la dirección de Patrimonio de la Junta de Castilla y León.
Interior de la Bodega José Antonio en 2008, por Daniel Miguel Sánchez |
Por su parte, la actual corporación aprobó el pasado 22 de
septiembre una partida de 4000 euros para cada una de las 8 peñas que se
encargan de mantener en buen estado las principales bodegas subterráneas de la
capital ribereña. El equipo directivo de la 'Peña Niño de la Capea' indica que
sin esta subvención sería prácticamente imposible mantener en pie las bodegas
arandinas, ya que las cuotas que pagan sus socios no son suficientes para
acometer todas las obras que son necesarias. Y es que, en el caso de esta peña,
ubicada en la Bodega José Antonio, sin estas ayudas no habrían podido repara el
acceso a la nave principal ni la zarcera de su bodega, que sufría
desprendimientos de la piedra que recubre dicha vía de respiración.
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