La importancia de las abejas en el desarrollo de la
biodiversidad ha sido reconocida por el Parlamento Europeo reclamando ayudas
para los apicultores y soluciones para evitar la muerte masiva de estos
insectos. Además las abejas participan en la cura de enfermedades humanas a
través de la aplicación directa de su veneno a mediante la ingesta de productos
naturales derivados de ellas.
El Parlamento Europeo aprobó el 15 de noviembre una
propuesta de informe sobre la salud de las abejas y los retos en el sector
apícola en el que reclama ayudas para los apicultores, la promoción de nuevas
técnicas para la lucha contra las enfermedades que padecen las abejas y el
etiquetado obligatorio de la procedencia de la miel para garantizar su calidad.
La Eurocámara considera a la apicultura como un sector
dentro de la agricultura europea que aporta 600.000 euros de manera directa o
indirecta a los apicultores y que además contribuye de manera definitiva en el
desarrollo de la biodiversidad. De manera textual, el Parlamento Europeo
expresa que “el 84% de las especies
vegetales y un 76% de la producción alimentaria en Europa dependen de la
polinización de las abejas".
En el año 2008, en el debate de la EarthWatch en la
Sociedad Geográfica Real de Londres, el doctor George McGavin consiguió con sus
argumentos, que las abejas fueran calificadas como la especie más valiosa del
planeta, sin las cuales la vida en la Tierra sería casi imposible, frente al
profesor David Thomas que abocaba por el plancton.
Entre los argumentos utilizados por George McGavin
estaban que más de 250.000 especies dependen de la polinización de las abejas
para su supervivencia y que sin el proceso de polinización muchas de las
especies vegetales y frutales que comemos a diario desaparecerían. A estos
datos podemos unirle que el 60% de los medicamentos utilizados por la población
mundial proceden del medio vegetal, según el libro Si desaparecieran las abejas, la vida sería casi imposible
publicado por la Fundación Biodiversidad en el año 2010, por lo que si se
extinguiera un gran número de plantas, los medicamentos fabricados con ellas
desaparecerían también.
A parte de esta función indirecta que realizan las abejas
como polinizadoras, también tienen una aplicación directa en la salud de las
personas. Los productos derivados de la actividad apícola e incluso el veneno
(apitoxina) que poseen constituyen un remedio para las más variadas dolencias.
La apiterapeuta Adela Pérez expone algunos de los padecimientos
más comunes que atiende en su consulta de Barcelona: “las dolencias más
habituales que se tratan con apitoxina son las relacionadas con el dolor o la
inmovilidad. Léase artritis, artrosis, neuralgias del nervio ciático o
braquiales, hernia discal, cervicalgia. Pero también son frecuentes problemas
de tiroides, eccemas, dermatitis, psoriasis o del sistema nervioso, de
menstruación, infertilidad tanto masculina como femenina, demencias seniles o
Alzheimer y cáncer”.
Estas enfermedades son tratadas con la aplicación directa
del veneno de la abeja en las partes afectadas y con la ingesta de productos
procedentes de la apicultura como son el polen, el propóleo o la jalea real.
El coordinador internacional de Apiterapeutas sin
Fronteras, Pedro Pérez Gómez explica los requisitos previos para la aplicación
directa de la apitoxina (veneno de abeja) en los pacientes: “en primer lugar,
se realiza una prueba de alergia y un historial. Después se procede a poner una
o dos abejas como máximo. Se espera una semana y se van aumentando las
aplicaciones según la enfermedad y la evolución del paciente. Dependiendo de la
enfermedad pueden hacerse entre siete y diez sesiones, para las más comunes, y
alguna más para las más complicadas”.
La aplicación del
veneno en el paciente puede hacerse mediante la extracción previa o
directamente con el insecto aplicado a la piel. El presidente de la Asociación
española de Apiterapia (S.E.A), Miguel Abad Marco, explica la técnica que ha
desarrollado para reducir el dolor de la picadura directa de la abeja: “hace tiempo que quería suavizar la picadura
directa (apipuntura) a través de mallas en puntos de acupuntura y desarrollé
una nueva técnica parecida a la japonesa que consiste en que la abeja pica en
una gasa estéril y clava su aguijón. Éste se coge y se aplica donde se
necesita, ya que el aguijón lleva un músculo independiente unido a la glándula
de Dufour, que está vivo unos siete minutos e inyecta poco a poco el veneno, lo
que reduce el dolor”.
“En España, no existe una legislación
que permita la comercialización del veneno de abeja inyectable pero en otros
países como Canadá (Michael Simics y Apitronic) y Uruguay (Nestor Urtubey y Apifarma)
existen laboratorios de alta calidad que lo hacen”, afirma Miguel Abad.
En cuanto al futuro de la
apiterapia, Adela, Pedro y Miguel coinciden en que aún falta mucho por hacer
para que se instaure en España como una técnica reconocida a pesar de que como
dice Pedro Pérez, él “haya dado conferencias en centros hospitalarios y haya
participado dos años en un curso de doctorado en medicinas alternativas en
Hospital Universitario Príncipe de Asturias de Alcalá de Henares”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario