Imagen: 'Indignado' en la Plaza del Sol/ Imagen: Wikimedia Commons/Autor: Notsureifsrs |
Si se midieran los resultados electorales con el sistema de votos alemán, el reparto de escaños sería distinto al que salió el domingo
“No votéis a ninguno de los partidos grandes”, decía la
pancarta. No era nueva, Carlos la había hecho el 15-M, aquel día que salió a
protestar por el “injusto bipartidismo” en este país. Eran sobre todo jóvenes,
cuyas perspectivas de futuro están más que turbadas, los que salieron a la
calle pidiendo un cambio político “y estructural, porque este sistema no
funciona”, dice Ana, que es enfermera. También adultos habían salido a la calle
y no pensaban dar tregua durante la campaña electoral, ni siquiera durante la jornada de reflexión. “Hay alternativas”, insistía Carlos en otra pancarta. “Creo
que este movimiento es lo mejor que nos ha podido pasar en el siglo veintiuno,
demuestra la madurez del pueblo español”, insistía Ana.
20-N. Ana sale del Centro Tamara Rojo de Villanueva del Pardillo, acaba de dar su voto, su voz para el cambio político que tan necesario juzga. “He votado al PSOE”, confiesa. ¿Perdón? Sí, “porque las encuestas dicen que el PP va a ganar” con mayoría absoluta y “eso es peor que votar al PSOE”. ¿Y Carlos? Él se había decantado por el PP, porque el PSOE se había “portado muy mal”, y había llevado al país “a una catástrofe”. El famoso voto de castigo.
Así debieron de pensar unas cuatro millones de personas,
aquellas que, según las encuestas al día siguiente, habían retirado su
voto al PSOE con respecto a 2008 y lo habían concedido al Partido Popular.
“Es inconcebible”, se lamenta la profesora de Sociología del Instituto Kurpfalz
en Kaiserslautern, Susana Rubel-Dinkel. “Salieron a las calles pidiendo el fin del
bipartidismo y lo siguen alimentando”. “El problema es la Ley electoral”, juzga
Rubel-Dinkel, que ve en el sistema de votos español “una incompatibilidad
democrática puesto que no representa igualitariamente a todos los ciudadanos”. Sin
embargo, el profesor de Derecho Político de la Universidad Carlos III de
Madrid, Javier Lorenzo, no la considera “injusta y mucho menos poco
representativa”. “Genera sobrerrepresentación a las fuerzas más votadas”, pero
no es “totalmente injusta”.
Han sido muchas las voces que desde los resultados de las
elecciones han nombrado la Ley electoral alemana como un ejemplo a seguir “como
muchas otras cosas que vienen de Alemania”, observa Lorenzo. La consideran más
justa que la española, aunque Ana y Carlos, por ejemplo, no saben “explicar
exactamente cómo funciona”. “Pero ahí sí es cierto que un voto representa a un
ciudadano”, asegura Ana.
La Ley electoral alemana
La Ley electoral alemana es algo más complicada, como todo
lo germano. En su afán de ser lo más democrático posible, el sistema de votos
en Alemania se basa en una serie de operaciones ciertamente incomprensibles
para inexpertos en la materia. No tanto por la complejidad de las operaciones,
sino por el número de éstas que se aplican desde que el ciudadano da su primer
voto (Erststimme), después el segundo (Zweitstimme) y hasta que se contabilizan
todos. De manera simplificada, las elecciones alemanas se basan en dos rondas
simultáneas.
En la primera (Erststimme), los
habitantes de cada Wahlkreis (distrito
electoral) dan su voto a las listas de los partidos que se presenten para ese
distrito en concreto. Por ejemplo, en el distrito de Berlín Spandau, a
las listas del Partido Socialdemócrata Alemán (SPD) que lidera un tal Hans
Müller. Los votos de esta primera ronda se contabilizan en cada distrito
electoral, en este caso Berlín Spandau. La utilidad de este voto sólo se
refleja a partir de la segunda ronda, como se verá a continuación. Pero antes
hay que entender, que a cada Land (estado
federal), como pasa en España con las autonomías, le es asignado un número de
escaños según la población. Berlín podría tener, por ejemplo, 10 escaños.
En una segunda ronda (Zweitstimme), el ciudadano vota a los partidos a nivel nacional, es decir, les atribuye un espacio en el Bundestag, en el Parlamento alemán. El número total de votos que un partido gane a nivel nacional, se multiplica por el número total de los escaños que hay en el parlamento. Este número se divide por el total de los votos válidos emitidos y el resultado son los escaños que consigue el partido en cuestión. Por ejemplo, 100 para el SPD a escala nacional.
Imagen: sistema electoral alemán WikimediaCommons/ Autor: Horst Frank |
En una segunda ronda (Zweitstimme), el ciudadano vota a los partidos a nivel nacional, es decir, les atribuye un espacio en el Bundestag, en el Parlamento alemán. El número total de votos que un partido gane a nivel nacional, se multiplica por el número total de los escaños que hay en el parlamento. Este número se divide por el total de los votos válidos emitidos y el resultado son los escaños que consigue el partido en cuestión. Por ejemplo, 100 para el SPD a escala nacional.
En este punto es donde se reflejan los votos de la primera
ronda. Dentro de cada federación, los candidatos directos más votados en cada
circunscripción (Hans Müller) tienen asegurado su escaño de esos 100
nacionales. Como Berlín representa 10 escaños, Müller y los diez siguientes en
su lista entrarían en el Bundestag. El
resto se reparte entre los demás candidatos directos del resto de las
federaciones.
Si un partido en un estado federal gana más escaños de los
ocupados por los candidatos directos elegidos, estos escaños serán repartidos
según la lista regional del partido. Es decir, Hans Müller podría llevarse a
todos los de su lista más el número “sobrante” de escaños del siguiente
distrito federal berlinés que más votos haya obtenido.
Pero si un partido consigue en un Land más mandatos directos que los conseguidos por su proporción del segundo voto, el partido podría quedarse con estos mandatos adicionales (Überhangmandate): si el SPD consigue 8 escaños en todo Berlín, pero a nivel nacional sólo 2, puede rellenar el Bundestag con el resto de los votos. De este modo, el número de escaños en el Parlamento alemán varía en cada legislatura.
Además, los escaños del parlamento solamente se reparten entre aquellos partidos que obtengan más del cinco por ciento del segundo voto, lo que se llama Sperrklausel, es decir, cláusula eliminatoria. Esto debe evitar la presencia de grupos muy minoritarios en el parlamento y favorecer una estructura abarcable. Sin embargo, un partido que obtenga tres mandatos directos por el primer voto en tres distritos distintos de un mismo estado federal, aún no consiguiendo el cinco por ciento a escala nacional, también podrá entrar en el parlamento.
Pero si un partido consigue en un Land más mandatos directos que los conseguidos por su proporción del segundo voto, el partido podría quedarse con estos mandatos adicionales (Überhangmandate): si el SPD consigue 8 escaños en todo Berlín, pero a nivel nacional sólo 2, puede rellenar el Bundestag con el resto de los votos. De este modo, el número de escaños en el Parlamento alemán varía en cada legislatura.
Además, los escaños del parlamento solamente se reparten entre aquellos partidos que obtengan más del cinco por ciento del segundo voto, lo que se llama Sperrklausel, es decir, cláusula eliminatoria. Esto debe evitar la presencia de grupos muy minoritarios en el parlamento y favorecer una estructura abarcable. Sin embargo, un partido que obtenga tres mandatos directos por el primer voto en tres distritos distintos de un mismo estado federal, aún no consiguiendo el cinco por ciento a escala nacional, también podrá entrar en el parlamento.
Las comparaciones son odiosas
El punto clave de la Ley electoral española, a ojos del profesor Lorenzo, “es la magnitud de las circunscripciones y la asignación”
directa de diputados a cada circunscripción. El sistema español tiene, además,
“una singularidad”, y es que asigna escaños con doble criterio. “En función de
la población”, y en “función del territorio”. Esto produce que no haya “una
relación pura de votos y escaños”, dice Rubel-Dinkel. En el sistema español, los
partidos quedan fuera de combate desde el principio, “siempre que en una única
comunidad autónoma no logren un mínimo de votos” serán descartados para la
contabilización nacional.
Por eso se dan “situaciones tan paradójicas como que un
partido”, con un total de votos mayor que otro “que haya reunido todo su apoyo
en una sola comunidad”, tenga más escaños que el primero. Rubel-Dinkel considera
que esto “no es democrático”, puesto que no “representa a la mayoría”. Hablando
de estas elecciones, recuerda que “hay más gente que votó a Izquierda Unida que
a CiU”, y sin embargo, los últimos tienen más escaños. Las minorías autonómicas
se ven favorecidas, “es una dictadura de las autonomías que en su lucha por sus
derechos imponen injusticias al resto”, y “luego demonizan a otras comunidades
que supuestamente les reprimen”.
Lorenzo evita ser tan radical y achaca las diferencias en la
ley a que cada sistema electoral “funciona para una comunidad política
determinada”, y no puede ser comparado de manera directa. Cada país tiene “una
cultura política determinada” y una “distribución territorial” distinta. Aún
así, admite que el sistema alemán “ajusta más la relación un hombre un voto”, al
contar con una circunscripción nacional que corrige la desproporcionalidad de
los escaños obtenidos por cada Land.
De este modo, el sistema alemán asegura la representación de
los Länder con el primer voto y
después corrige el equilibrio con el segundo voto. En la primera ronda, el
ciudadano tiene la opción de votar a un político que conoce, que le es más
cercano por pertenecer a su distrito. Con su voto intenta asegurarle un sitio a
un político que representará los intereses de su distrito y de su estado
federal si logra entrar en el parlamento. “Sería una solución para las quejas
de las autonomías”, considera Rubel-Dinkel.
¿Quién hubiese ganado el 20-N?
Carlos está de acuerdo con Ana en que “las elecciones
habrían concluido de manera” más justa si hubiéramos seguido el sistema alemán.
En sus argumentos se entrevé una esperanza escondida de que el Partido Popular
no hubiera ganado si se aplicara la Ley electoral alemana a los resultados
españoles. “Habría que comprobarlo” insiste Ana.
Para aplicar el sistema alemán a los resultados españoles, se presupondrá que los pequeños partidos, a diferencia de lo que ha sucedido,
no fueron descartados en la “primera ronda” – cuando no consiguieron el 3% en
una comunidad autónoma que marca la ley española. No obstante, la suma de todos
sus votos a escala nacional, excepto
para Izquierda Unida, no hubiese llegado al 5%. Así, UPyD, CiU, Amaiur y
PNV no hubiesen tenido representación en el Parlamento si se utilizara el
sistema alemán.
Recuérdese que con el sistema español, CiU, aún teniendo menos votos que UPyD,
ha logrado más escaños por dos razones: primero, todos sus votos se han
concentrado en Cataluña, por tanto en esa Comunidad Autónoma ha superado la
barrera del 3% con creces, ha logrado un 29,35%. Segundo, a Cataluña,
por su población, le corresponden 47 escaños, de los cuales 16 han sido para
CiU, que son los que le representan en el Congreso. En cambio, UPyD, ha
conseguido más votos a escala nacional, pero como los tiene repartidos por las
Comunidades Autónomas, sólo se le han contabilizado una parte de ellos: aquéllos
que hubiesen sumado al menos un 3% en una determinada comunidad. Además, al ser
un partido minoritario, cuando sí logró superar esa barrera porcentual, los
escaños que se le atribuyeron fueron pocos por competir con partidos grandes
que lograron un porcentaje mayor.
En la segunda ronda, por tanto, hubiese quedado claro que
sólo PP, PSOE e IU tendrían
representación parlamentaria si se siguiera el modelo alemán. El primero con un
44,04% de los votos, el segundo con un 28,36% y el tercero con un 6,85%. Sin
los partidos descartados anteriormente, los tres restantes representan un
79,24% de todos los votos contabilizados (sólo se contabilizan los que lleguen
al 5%). Por tanto, en términos de representación parlamentaria, al PP le
correspondería el 55,58% del espacio en el Congreso, al PSOE un 35,8% y a IU un
8,63%. Traducido a número de escaños, el panorama sería el siguiente: 195 escaños para el PP, 125 para el PSOE y 30
para IU.
“Claro que hubiese ganado el PP”, asegura ahora Ana. “Porque
el sistema alemán sí que representa a las mayorías”. Así lo interpreta también Susana
Rubel-Dinkel, puesto que la aplicación de la ley alemana “ha descartado a
grupos minoritarios a nivel nacional”, como “CiU, el PNV y Amaiur”.
No obstante, es precisamente la eliminación de grupos
pequeños la que ha dado pie “a una discusión sobre la cláusula del cinco por
ciento” en Alemania, recuerda Lorenzo. Desde las últimas elecciones en 2008, la
sociedad alemana está debatiendo la eliminación de ese porcentaje “puesto que
desecha a los pequeños partidos políticos”, que nunca llegan al cinco por
ciento. “Por nuestro pasado histórico”, recuerda Lorenzo, “nosotros le damos
más importancia a la Comunidades Autónomas”, y por eso considera que ambos
sistemas no son comparables.
Rubel-Dinkel no está de acuerdo, puesto que cree que la
Democracia se basa en la “voluntad de la mayoría”, y claramente “la mayoría no
quería tener a Amaiur en el Congreso”, todo lo contrario. Lorenzo prefiere
quedarse a medio camino. En primer lugar, considera positiva la primera ronda
en las elecciones alemanas, puesto que le permiten al ciudadano posicionar a un
político “que conoce” en el Congreso. “La cláusula del cinco por ciento”, la
eliminaría o la reduciría “para que también las Comunidades Autónomas” más
pequeñas pudieran ser representadas.
No obstante, como recuerda el profesor de Historia del
Colegio Alemán de Madrid, Christian Kuntze-Krakau, los últimos acontecimientos
en la política alemana han aparcado un poco esta discusión. El país se ha
visto afectado por el resurgir del terrorismo de extrema derecha en Alemania. A
raíz de unas investigaciones policiales aparentemente sin importancia, el
Servicio Secreto Alemán (Bundesnachritendienst) se ha visto obligado a explicar
una serie de errores que permitieron el asesinato de varios empresarios turcos
y griegos en el 2007 por parte de neonazis. Esto ha vuelto a abrir el debate sobre una posible
prohibición del partido ultraderechista 'Partido Nacionaldemócrata Alemán' (NPD) que presuntamente había estado involucrado en
dichos asesinatos. “Si se aboliera” la barrera del cinco por ciento, el NPD
podría tener representación parlamentaria.
Cambio de mentallidad
“La principal dificultad” para hacer cambios en la Ley
electoral, según el profesor Lorenzo, “es la Constitución, que determina la
circunscripción, el número de diputados y el sistema proporcional”. Por tanto,
una reforma electoral que “busque una verdadera proporcionalidad, exige una
reforma constitucional”. Pero no es sólo eso, también “tiene que haber un
cambio de mentalidad” en la sociedad española, opina Rubel-Dinkel. “Porque si
no hubiesen votado” a los partidos grandes “como venían pidiendo”, también
podría haber ganado otro partido. Pero todavía predomina la lucha de “las dos
Españas”, según interpreta la profesora y, por tanto, “han caído todos en lo de
siempre”. España y los españoles tendrían que votar según sus convicciones, si bien
es cierto “que una ley electoral más representativa sería más justa”, pero el
problema no reside únicamente en eso, sino en la voluntad de Ana y Carlos de "no aceptar el bipartidismo", según sus propias palabras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario