La mujer de la sociedad actual se sitúa en un plano
de cierta igualdad. Si bien es verdad que aún persisten discriminaciones, el
avance en esta materia ha sido durante el siglo XX. Lamentablemente no se puede
decir lo mismo de la situación en la que se encuentra la mujer en sociedades
islámicas, en el área sudamericana, en los países del Extremo Oriente o en
general, en África.
En España la mujer ha mejorado su condición social
en los últimos 30 años. En la actualidad su papel está cambiando, tanto a nivel
familiar, educativo y laboral. Pero no siempre ha sido así.
Todas las culturas se cimentaban en el patriarcado,
donde la figura dominante la ejercía el varón. La mujer ocupaba una posición
secundaria que repercutía en su falta de representación social, hasta tal punto
llegaba, que por ejemplo, la Iglesia Católica no reconoció a la mujer el estar
en posesión de alma hasta el siglo VIII.
En la Grecia Clásica el adulterio estaba permitido,
sin embargo, la mujer adúltera si era sorprendida por el marido, podía ser
asesinada por éste en el acto. En la época de la Ilustración, autores como Kant
o Hegel mantienen, desde un racionalismo a ultranza, la desigualdad hombre-mujer,
amparada en la inferioridad de la mujer. Kant alude a la superioridad natural
de las facultades del hombre sobre la mujer y Hegel defiende la existencia de
un doble código de moralidad en el hecho de que la mujer era incapaz de salir de
su pura individualidad, es decir, la mujer estaba demasiado apegada a la naturaleza
como para poder comprender la cultura. Hegel hablaba de limitación femenina.
La mujer se encontraba jurídicamente sometida al
hombre, es decir, la sociedad no se ocupaba de lo que le pudiera ocurrir a la
mujer de puertas adentro de su domicilio.
En el siglo XIX, en Estados Unidos hay una multitud
de sentencias que reconocen que la violencia del marido, incluso provocando
lesiones a la mujer, se hace con el propósito de ayudarle para no cometer
errores.
A lo largo de la historia, la mujer siempre ha
padecido una situación de inferioridad en su relación con el hombre, pero hoy
en día esa relación va cambiando y sobre todo lo está haciendo en el seno donde
siempre se ha dado: la familia.
Hoy día, en Occidente, la familia está sufriendo
grandes evoluciones. Las relaciones entre los cónyuges se han transformado a
partir del nuevo estatus de la mujer. La igualdad legal entre hombres y mujeres
se ha extendido por todo Occidente. La incorporación de las mujeres al trabajo
también influye en el sentido de aumentar la implicación personal de los
varones en las actividades y ocupaciones domésticas. La fórmula tradicional de
los acontecimientos (noviazgo, matrimonio, vida en común o la llegada de los
hijos) se ha invertido, ocurriendo frecuentemente que el matrimonio se pospone
a la convivencia o incluso se prescinde de él.
En definitiva, a principios del siglo XXI las
familias y las relaciones personales están experimentando cambios
significativos: el hombre y la mujer son más independientes e iguales.
La violencia está estrechamente relacionada con esta
desigualdad que ha sufrido la mujer a lo largo de la historia. Fue en los años
setenta cuando se descubrió lo que parecía un nuevo problema familiar: la
violencia contra las mujeres perpetrada por los hombres. Es un fenómeno social
transversal a todas las clases sociales.
Los abusos físicos o sexuales, las mutilaciones
genitales, las violaciones, los crímenes como arma de guerra, las esterilizaciones
forzosas, los abortos selectivos y los crímenes en nombre del honor figuran en
la lista de la violencia contra la mujer en todo el mundo.
El técnico de Fomento del Empleo, Mujer y Menor del Ayuntamiento de Villaviciosa de Odón y experto en el estudio de la violencia machista, Juan José González-Herráez García, define los malos tratos como aquellos que se producen en el ámbito familiar o doméstico, privado por tanto y en el contexto del propio domicilio, por parte de un agresor/a que tiene un vínculo afectivo/familiar con la víctima. Y define, también, la violencia machista como: “toda acción u omisión de uno o varios miembros de la familia que dé lugar a tensiones, vejaciones u otras situaciones similares en los diferentes miembros de la misma”.
La trabajadora de los Servicios Sociales de Villaviciosa de Odón, Ángela
Pérez Estévez, explica que hay tres tipos de malos tratos: la violencia física,
que es la más difícil de ocultar, la que deja secuelas de forma más inmediata y
dice que es maltrato físico cualquier conducta que suponga una agresión física
contra la mujer. Otra forma de maltrato físico es el maltrato por omisión de
cuidados y ayuda en situaciones en las que la salud de la mujer esté en
peligro. También habla de la violencia psíquica, y comenta que toda conducta
orientada a la desvalorización de la otra persona es violencia psíquica. Ángela
Pérez Estévez explica que es tan dañina o más que la violencia física, en
cuanto al deterioro de la salud mental de la víctima; la humillación, el
desprecio o la culpabilización, son ejemplos de ella y la indiferencia hacia
sus necesidades y la falta total de atención. Y por último, existe la violencia
sexual, la cual, como manifiesta Ángela
Pérez, se ejerce mediante presiones físicas o psíquicas que imponen relaciones
sexuales no deseadas mediante la coacción, la intimidación o la indefensión. El
maltrato sexual se produce cuando se obliga a la mujer a mantener relaciones
sexuales contra su voluntad.
Día Internacional contra la Violencia de Género. Foto: PortaldeSures |
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