La escuela de la vida.
Como viven los que padecen enfermedades raras
Hombres y mujeres que padecen enfermedades que casi
nadie conoce. Alojados, y en muchas ocasiones, aparcados por los suyos en
centros que los acogen y luchan porque tengan una vida mejor.
Aprisionado en su propio cuerpo. Así vive. Tiene
once años, pero es consciente de que no puede hacer todo lo que le mandan. Convive
con sus 24 compañeros de clase en el colegio.
Todos padecen enfermedades raras. En uno u otro
lugar, desean que les dediquen atención, cuidados. Son personas como los demás.
Su dignidad no depende de su inteligencia o productividad. Tienen corazón y
sentimientos.
Hoy alzan su voz juntos. Se celebra el día de las
enfermedades raras. Ellos reclaman encontrar su hueco en la sociedad.
El 80% de las enfermedades
raras son de base genética. Algunas han protagonizado historias de otros
tiempos, que incluso han tenido su impronta en textos legales. Para conocer
alguna: la insensibilidad congénita al dolor , progeria, el hombre árbol, porfiria de Günther, los síndromes de Proteus, de Hutchinson-Gilford, de
Moebius,
de hombre lobo
(hipertricosis lanuginosa congénita).
La Federación Española de Enfermedades Raras (FEDER) cuenta con un
registro para incluir nuevas enfermedades. A pesar de recoger un listado de 471
enfermedades raras, reconoce que no están todas, y se pone a disposición para facilitar información sobre otro tipo de síndromes. Se calcula
que existen, al menos, 2.500 enfermedades raras.
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Aparcados
por sus familias
En el centro
residencial asistencial y ocupacional de San Vicente de Paúl,
la directora Julia del Barrio, es nueva al mando de la institución, pero lo
conoce bien, ya que había residido en él durante cuatro años.
Centro residencial asistencial y ocupacional de San Vicente de Paúl (Lugo)/PALOMA FISAC |
El centro está
reluciente, es alegre y se experimenta una paz enorme. Recoge a discapacitados gravemente
afectados. Tiene 75 plazas pero, en la actualidad, cuenta sólo con 72 usuarios.
Todos ellos son discapacitados físicos, psíquicos o sensoriales. Julia señala: “Algunos
(sólo 20) acuden contentos cada día laborable al taller ocupacional, en el que
hacen velas, cerámica, jabón y papel reciclado”.
Gimnasio del centro/PALOMA FISAC |
Son muchas las personas
que trabajan en un centro como éste en el que hay mucho trabajo. La directora comenta:
“Somos 14 religiosas. Todas trabajamos, pero sólo tres están en edad laboral,
ya que las otras están jubiladas. Además tenemos empleados, al margen de la empresa de
limpieza, personal del gimnasio y servicio de fisioterapia”.
El costo para su
mantenimiento es muy elevado. Desde hace años, aclara: “Tenemos una subvención de la Xunta
de Galicia.
Ahora somos un centro concertado”
Las edades de los
residentes en esta institución, oscila entre los 18 años, que es la edad mínima,
“hasta que mueren”. Durante los más de 27 años que la congregación religiosa
lleva en Lugo - señala con orgullo- sus discapacitados han participado en competiciones federadas
diversas, entre ellas baloncesto. Tienen voluntarios que les ayudan en esas y
otras labores. Y comenta: “Hay un funcionario de una entidad bancaria, que
entrena a los chicos en baloncesto. Los que pueden salir, no se pierden una
actividad: ir a un campamento, al balneario. Todo les gusta. No paran en casa. Les encanta
salir a la calle”.
La
razón de ser de este centro de tan alto interés social en Lugo responde a la
dirección provincial
de la congregación de San Vicente de Paúl, al buscar una causa social para que revirtiera
en la sociedad lucense. Aprovecharon que Julia había trabajado en el hospital
psiquiátrico de
Castro de Riberas de Lea, dónde se alojaban enfermos psiquiátricos “y otros muchos que sus familias habían aparcado
allí”. Señala que vinieron de allí de 10 a 20 personas.
“En
La
Coruña hay un
centro similar, pero salen de allí al cumplir los 18 años, por lo que los
recogemos aquí”. Bueno, “ahora nosotras no decidimos quién
entra, porque al ser centro concertado con la Xunta de Galicia, son ellos quienes deciden la entrada de
los discapacitados”.
Al
final de nuestra conversación invita a todos los lucenses a visitar
una exposición en el taller ocupacional que reza así “Por una Navidad de integración”.
Aprisionado en su propio cuerpo
El colegio María Auxiliadora
acoge a cinco niños con distintas discapacidades. Juntos, profesores y alumnos,
han emprendido una batalla titánica para integrar a un niño con el síndrome
de Gilles de la Tourette, enfermedad que agrupa multitud variada
de tics. El niño protagonista de la historia, de once años, tiene tics
corporales (juega con el bolígrafo, lo abre y lo cierra; da porrazos con la
pierna; golpes con el puño contra la mesa ochenta veces por minuto; mueve el
brazo sin parar dibujando una elipse idéntica cien veces en una hora). Sus
movimientos son espasmódicos, repetitivos e incontrolables. Sólo es consciente
de ellos cuando le reprenden. “Hay un detalle que quizá explique estos
movimientos físicos –señala la pedagoga terapéutica del colegio: Mercedes de Santaló-Ossorio Sáenz-Díez-.
Ahora tiene una escayola en el brazo, y con la fuerza que hace, en tan solo
quince días, ha tenido tres yesos”. Además de los anteriores, “tiene otros tics
sensoriales, tales como, picor de pierna. Cuando tiene estos espasmos, se rasca
una y otra vez, para volver a empezar. Su actividad no tiene fin, y aparecen
entonces las heridas. En otras ocasiones, el agua de la ducha le quema la piel
y la ducha diaria se convierte en una guerra sin cuartel. Pasó una temporada en
que hacía un gesto como los hámster, olisqueaba todo lo que veía, y, por
supuesto, a todos los que pasaban cerca de él. Haga lo que haga no puede
parar.”
Colegio Mª Auxiliadora. Aula de educación especial. Pedagoga con niña autista/PALOMA FISAC |
A todos ellos, hay que agregar los gestos verbales. Sus frases están llenas de insultos y palabrotas que, además, están descontextualizados. “Eres una mentirosa. Eres una mentirosa. Eres una mentirosa. La frase la repitió durante más de una hora sin parar desde que llegó al aula donde me encontraba, siendo la primera vez que le veía en el día”, refiere.
Dos niños de educación especial. Ellos sufren un trastorno semántico/PALOMA FISAC |
Al mismo tiempo, tiene
un trastorno de conducta, que consiste en una perturbación negativista
desafiante. “Es como estar con un adolescente combativo. A cualquier indicación
se vuelve y, bravucón, increpa el por qué, que encima repite de forma incesante
y provocadora. Pelea cualquier orden o consejo, y se rebela. Sin embargo, es un
niño muy bueno”, explica, para añadir: “Este último desorden va asociado a la
hiperactividad que lo amplifica. La medicación que toma para una cosa le
perjudica para otra”.
Dos niños de educación especial. Ellos sufren un trastorno semántico/PALOMA FISAC |
“El año pasado le diagnosticaron
una posible bipolaridad. Los gestos de su cara serían envidiados por el mejor
actor de cine. En cinco minutos puede abrazarte o pegarte. De hecho ha pegado a
su madre y abuelos”, repone Mercedes, a quién nunca ha pegado. El padre no
llegó a conocerle. Ahora la madre, viendo a su hijo, reconoce que era una
persona rara.
“Nuestro niño –señala
con afecto la terapeuta- lleva en el colegio algo más de un año. En una
ocasión, su madre acudió a una charla en la que se denunciaba la existencia de
metales en la sangre en algunas enfermedades. A la salida decidió contrastar
con un análisis la realidad de su hijo. El resultado confirmó las sospechas, ya
que se detectó una cantidad elevadísima de mercurio. Su analítica correspondía
a la de un enfermo de leucemia”. Desde entonces, la madre le resta medicación a
espaldas del psiquiatra. Esto significa que en el colegio va mejor en una cosa,
y peor en otras. La madre también le controla mucho la alimentación. Adquiere casi
todo en herboristerías, y en ocasiones, encarga algunos suministros en el
extranjero. “La consecuencia del control alimenticio, es que durante el recreo
se dedica a pedir a los niños cosas que no puede tomar”, aclara.
MERCEDES SANTALÓ-OSSORIO |
Un grupo de niños con el
protagonista.
La integración es posible
|
La integración no
resulta fácil, y además es muy bonita sobre el papel. Afirma esto, cuando
reconoce que es la mayor convencida de su necesidad. Destaca, sin embargo, las
demandas absurdas de la ley, que imponen un máximo de ocho horas fuera de las
clases. “No hay excepciones, ni matices, y eso no es real. Es una ilusión, y en
ocasiones, hasta injusto. Se hace, -detalla- con trabajo extra, y supone un
esfuerzo impagable de todos los profesores del colegio. Cualquier labor con él,
exige una consagración del 200%. En la clase no puede estar solo un minuto. Y
en el recreo requiere una persona para su vigilancia exclusiva. De esta forma,
si el profesor tiene que salir un instante, otro profesor tendrá que
sustituirle. Sería una grave irresponsabilidad no hacerlo”, comenta la educadora.
En las clases existe un
plan de modificación de conducta para él. Hay unas normas que cumplir y un
sistema de refuerzos que se imponen en todas las materias y en las horas que él
acude. “La integración no es fácil, pero es imprescindible. Además del trabajo
específico que se hace para él en el ámbito escolar, hay que añadir ‘el más
difícil todavía’: la labor de concienciación a padres y compañeros de clase”,
agrega.
Resalta la enorme
dificultad de la integración, y detalla: “En el primer año veinte padres
presentaron una protesta en el colegio por la presencia del niño en la clase, y
a continuación elevaron la queja a la inspección”. No todos los padres aceptan
que un niño torpedee la clase y paralice el ritmo normal de las explicaciones.
Conocen las quejas de los profesores cuando, su sola actividad, no les permite
decir cuatro palabras seguidas. Los niños siguen sorprendiéndose cuando se
levanta, habla, pega, toma de alguien un bolígrafo de un compañero, da golpes
en la mesa o prorrumpe con cualquier otro gesto. “Tampoco es fácil que los 24
compañeros de clase acepten sin ambages al niño nuevo, que en ocasiones, les
insulta o se muestra agresivo”.
La situación del primer
año de colegio se recondujo, con la petición que la orientadora pedagógica hizo
a la madre, que respondió de forma admirable por el bien de su hijo. Consintió
en que se transmitiera toda la información sin reservas a padres y compañeros
de clase. “Con el permiso en la mano, tuvimos una reunión a principio de curso.
Se les explicó a los padres el diagnóstico del niño, el significado que tenía, y
lo que podía aportar a sus hijos como compañeros de clase. También se les
aconsejó sobre lo que debían decir a los niños”, aclara.
“La lucha merece la
pena, pero no está exenta de conflictos que, a veces, nos acorralan”, dice
Mercedes. Las vacilaciones de los profesores, las quejas de padres, y en
ocasiones las de los compañeros pesan en el ánimo de esta experta en niños con
dificultades. Sin embargo, no va a tirar la toalla. Este es su trabajo y su
sentir profesional. Esta experta intuye que este niño es más inteligente de lo
normal, ya que su capacidad de concentración no supera los 30 minutos, nota
común en todos los déficits de atención. “Es extraordinariamente inteligente.
Aprueba todo y no estudia. Le basta lo que aprovecha del aula, y eso, contando
con sus distracciones de movimientos de brazo, el pasar la pierna de un lugar a
otro, el olisqueo o el jugueteo constante con el bolígrafo. Está a lo suyo,
pero lo capta todo y retiene toda la información. Tiene un coco privilegiado. ¡Es
asombroso!”, afirma admirada.
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