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Convivir con la diabetes


Miles de personas padecen esta enfermedad que, hoy, es incurable

El cuerpo humano es una máquina perfecta. Funciona con una precisión matemática siempre que sus piezas estén engrasadas. Un mínimo desajuste y la teoría del caos se  apodera del organismo. La diabetes puede ser una de las causas. Muchos españoles conviven con ella. Algunos desde edades muy tempranas. Sus vidas han cambiado radicalmente desde que conocieron su diagnóstico.
Los alimentos se convierten en la energía que necesita el organismo. La insulina se convierte en un factor esencial en dicho proceso. En la digestión, los alimentos se descomponen para crear glucosa, el mejor de los combustibles. La glucosa pasa después a la sangre, donde la insulina le permite su entrada en las células.
Las personas aquejadas de diabetes tienen un problema con la insulina. Puede ocurrir que su páncreas produzca poca cantidad o, que sus células no respondan a la insulina que produce.
Una vez que aparece en el organismo, la persona afectada sabe que ha de convivir con ella el resto de su vida.

La analítica confirma

La farmacéutica del laboratorio de bioquímica del Hospital Universitario Lucus Augusti (HULA) de Lugo, Julia Cabo, resalta el incremento de pruebas de sobrecarga de glucosa, que se hace a través de una determinación de “tolerancia oral a la glucosa”. Sólo en el último año el aumento de este tipo de pruebas asciende al 10%. Las razones apuntan a una mayor incidencia de la diabetes por la obesidad, la sobrecarga alimentaria, la ingesta de excesivas cantidades de hidratos de carbono, sin olvidar la predisposición genética, entre otras. 

                         Laboratorio de Análisis clínicos/Paloma Fisac


“Antes, la determinación analítica se utilizaba solo para el control terapéutico. Ahora, además es una prueba de diagnóstico de la enfermedad”

La educación es la clave del padecimiento de la diabetes. La vida del diabético tiene que ser ordenada.

La breve historia de Iría

Iría tiene cinco años. A los cuatro, sus padres se alarmaron porque siempre tenía sed. “Incluso bebía agua- dice su madre- cuando estaba tomando el Cola Cao”. Sus visitas al cuarto de baño eran correlativas a la entrada de líquido en su pequeño cuerpo.

Los padres de Iría acudieron al médico. Al principio, pronosticó un posible virus. Sin embargo, dos días después, Iría se quedaba dormida, cosa que alertó a sus padres. “Cuando acudieron al hospital, Iría estaba al borde de un coma diabético. ¡menos mal que nos preocupamos¡”, recuerda ahora su padre. Allí estuvieron ingresados durante más de 15 días. A la salida del Hospital Universitario Lucus Augusti ingresaron en la  Asociación de Diabéticos Lucenses.

De su estancia hospitalaria salieron con un libro de regalo: Todo lo que debes saber de la diabetes en la edad pediátrica y el compromiso de acudir cada ocho días a revisión. Los controles de glucemia se sucedieron en los días siguientes. “Durante el primer mes, teníamos que despertar a Iría a las tres y a las seis de la mañana. La situación se hacía insostenible por momentos”, destaca la madre. El médico recomendó a los padres el diagnóstico de un endocrino pediátrico, que confirmó alguna de las pautas recomendadas durante la hospitalización.

En la actualidad -un año después- a Iría le tienen que hacer un control de glucemia siempre antes de cada comida (desayuno, almuerzo, merienda y cena). “Una vez que han transcurrido dos horas de una toma de alimentos, hay que volver a repetir el control.  Por la noche si todo va bien, el último control se lo hacemos a las 12, 1 ó 2 de la madrugada”, añade.

Iría tiene ahora cinco años. Desde los cuatro tiene que pincharse con insulina


Iría Cainzos, de cinco años/Paloma Fisac

La siguiente dificultad surgió en el colegio al que “Iría tiene que asistir siempre con su glucómetro. Su profesora recibió instrucciones, ya que a media mañana, antes del tentempié que se le da a los niños, tiene que pinchar a Iría. Si la glucemia está disparada tiene que ponerle insulina. Esto ha ocurrido tres veces a lo largo del pasado curso. Si el nivel es muy bajo, el riesgo es de hipoglucemia, por lo que debe darle algo azucarado, y darle de comer diez minutos después”, explican los progenitores. 

Muchos padres relatan que los niños diabéticos aprenden a edades muy tempranas a medirse la glucosa. A la pregunta de cuándo podrá hacerlo Iría, responde: “Cuando sólo tenía cuatro años ya lo hacía. Se pincha con una pluma y pone la gotita de sangre. Su cara ingenua se dirige a nosotros y pregunta ‘¿alto o bajo?’ Y es que todavía no interpreta los datos”, detalla su padre. E insiste: “Los médicos nos han dicho que, como jamás aparta la mirada cuando le someten a pruebas, eso significa que en breve estará preparada para hacerlo ella sola. La primera vez que estuvo ingresada le regalaron jeringuillas y una muñeca para que lo viera de forma natural”.

Los padres de Iría no tenían antecedentes de diabetes en la familia. “Bueno- apostilla- ahora mi suegro que es mayor ha empezado con diabetes de adulto”.

Existe una nota común en casi todos los enfermos o sus familiares. Una vez que surge la enfermedad se asocian en organizaciones para estar informados, sentirse amparados, luchar por algún tratamiento que la haga más llevadera, y compartir un destino común.

El tratamiento sobre la diabetes ha avanzado mucho en los últimos años, pero lo más importante es la educación del paciente diabético. La regla de oro es “A los pacientes no les basta tomar pastillas o insulina por la mañana”.

Las asociaciones aúnan intereses comunes

La Fundación Española de Asociación de Educadores en Diabetes (FEAED) aglutina, entre otras a la asociación gallega. El presidente y fundador de la Asociación de Diabéticos Lucenses (ADIL), Víctor Herrán Carreira, advierte que se trata de una joven corporación de tan sólo dos años de edad, pero con un total de 92 miembros, cuyas edades oscilan de los 4 a los 90 años. Considera que es una enfermedad silenciosa. En Lugo hay más de 2.000 diabéticos y otros 1.000 que todavía no lo saben. Detalla: “el número de enfermos está subiendo. Conoce, incluso, casos de niños de 1 ó 2 años”. Los miembros son incluidos en dos grupos: los que se pinchan insulina, y los que toman pastilla, siendo éstos últimos los más numerosos, alrededor del 70%.

Su intención es estar presente en la sociedad lucense. Por esa razón son miembros del Consejo Asesor de Pacientes del Servizo Galego de Saúde (SERGAS). También han realizado un curso para formadores del SERGAS para que se oiga su voz.

“Existe una gran desinformación sobre la enfermedad, y nadie está libre Mañana le puede tocar a Vd.”, indica Herrán Carreira.

Los colegios gallegos están preparados con el plan de alerta escolar

El colegio María Auxiliadora tiene cuatro niños diabéticos (uno en secundaria, dos en primaria y otro en infantil). Los padres avisan a los profesores, presentan un certificado médico y la pauta que hay que seguir. La niña de infantil tiene cuatro años y sabe medirse ella el azúcar. El colegio ha suscrito el plan alerta escolar, que es un convenio del 061 con la Delegación de Educación. Las enfermedades que se incluyen son la diabetes, la epilepsia y las alergias alimentarias. La profesora de infantil del colegio María Auxiliadora indica que los padres son informados del programa para darse de alta, si quieren, en cuyo caso entregan la información. Si hubiese una urgencia el 061 tiene una clave que le informa del expediente, llama a los padres y envía una ambulancia medicalizada con el material necesario para atender al niño.

El colegio María Auxiliadora suscribió el plan alerta escolar/Paloma Fisac

Profesores y alumnos aprenden a convivir. La profesora de educación infantil Eva Iglesias indica: “Los niños maduran a edades diferentes, siendo las niñas más responsables”. Respecto de los profesores apunta: “han tenido que aprender a ver sus caras, y valorar cuando comenzaba el mareo, en cuyo caso actuaban conforme a las prescripciones indicadas”.




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