A
la hora de instalar un ascensor hay que tener en cuenta diferentes aspectos.
Desde las medidas del hueco donde se va a ubicar hasta la función o el sitio al
que va destinado. No es lo mismo colocar un ascensor en una vivienda propia,
que en una comunidad de vecinos de un edificio antiguo del casco viejo de
Madrid o un museo. Cada uno tiene que seguir sus propias directrices y aunque
existe una medida estándar, cada modalidad se adapta a su situación.
La
tipología de estos dispositivos se divide en tres, ascensores domésticos en
edificios ya existentes o en viviendas privadas, salvaescaleras y sillas
automáticas. Aunque cada uno cumple su función, todos salvan una barrera
arquitectónica muy importante como es el tramo de escaleras.
En
el caso de ascensores situados en edificios de viviendas comunitarios, las
medidas son de 1250 milímetros de largo por 900 milímetros de ancho, con una
capacidad de seis personas y soportar un peso de 450 kilogramos. “En el caso de
construcciones nuevas es fácil adaptarse a las medidas, en el caso de edificios
más antiguos hay que adaptarse a los huecos existentes”, afirma el ingeniero
técnico del grupo Dúplex Elevación, Francisco Canillas. “Cuando nos encontramos
en un edificio donde no hay sitio posible de hacer un ascensor, tenemos la
posibilidad de hacerlo por fuera del edificio, siempre hay solución”. Los
precios pueden variar desde los 50.000 a los 100.000 euros “dependiendo del
volumen de obra civil que conlleve”. Sólo el ascensor, de unas cinco o seis
paradas, cuesta en torno a los 20.000 euros.
En
el caso de salvaescaleras, es más común en edificios públicos donde el tramo de
escaleras es de entre cinco y diez peldaños. Consiste en una plataforma con una
barra de seguridad que rodea el perímetro de ésta, enganchada a unos railes
verticales que recorren el tramo de escalera, curvo o recto. “Esta tipología,
más común en lugares abiertos, tiene un precio de unos 7.000 euros”.
Las
sillas automáticas, instaladas en domicilios propios, permiten que el usuario
suba escaleras “sin necesidad de estar cargando con la silla de ruedas o las
muletas”, afirma un madrileño que se decanta por esta opción para transportar a
su hija, Jesús Moya. “Además de ser la opción más económica, sólo necesitábamos
un aparato que permitiese subir las escaleras ya que mi hija puede caminar con
su andador”.
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