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El fotoperiodista no lo es todo


El lector de medios de comunicación consume un producto que, como todos, pasa por diversas manos y niveles hasta llegar al quiosco. La información textual y su temática son la labor del redactor junto a un grupo de directores y correctores que filtran los desmanes. En el caso de las imágenes, no solo influye el fotoperiodista: "Sin editor gráfico, estaríamos perdidos".

El fotoperiodista Alfonso Domínguez hace pequeños trabajos en revistas desde hace nueve años. Como profesional -o "aficionado que cobra, a veces", bromea- es consciente de lo que vende y gusta al consumidor, a veces "sabes que tu mejor foto no se publicará nunca". Esta decisión no depende del fotógrafo, tampoco del director de sección o de niveles más altos: es el trabajo del editor gráfico. "Una labor que se ejerce desde la sombra" para muchos, tal y como describe uno con esta misma profesión, Jesús León.

El verdadero proceso de cubrir una información no termina cuando el redactor y el fotógrafo vuelven a la redacción con los materiales gráficos e informativos, sino que ahí empieza otra labor de selección, maquetación y edición gráfica que queda "poco reconocida" por el público, se queja León. Él es el que elige de entre todas las imágenes que le lleguen o que ya posea en el archivo del medio cuál será la que mejor complementa la información -o es información por sí sola-.

Recortar la foto, decidir el encuadre y corregir iluminación y tonos son sólo algunas de las tareas que lleva a cabo un editor gráfico. "La fotografía puede ser un desastre, pero si yo quiero, consigo que salga portada", comenta León. El fotógrafo Domínguez admite que algún editor "puede tener un punto de vista opuesto al tuyo, y eso molesta porque ves desperdiciado tu carisma como profesional".

La selección de la imagen determinará en todos los casos la primera idea que el lector obtendrá de la información que se dispone a leer. "Si hay poca conexión o ésta es demasiado obvia y además va acompañada de un pie de foto tonto, la gente desprecia los dos contenidos: el texto y la imagen", por lo que el equilibrio es difícil de lograr y la decisión del editor "debe ser necesariamente perfecta", continúa León.

Muchas veces, explica Domínguez, "el editor remienda los fallos de la rapidez de nuestro trabajo con correcciones maravillosas". "No podríamos existir el uno sin el otro, yo les debo mi trabajo a ellos", añade orgulloso León. "Mientras nos respetemos entre nosotros y no nos reemplace un ordenador, estamos contentos de coexistir".

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