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Ni joven ni promesa: Poeta

David Leo García (Málaga, 1988). Poeta joven, pero poeta, que ha logrado hacerse un hueco en el mundillo literario gracias a la búsqueda de la tradición más novedosa. Con 22 años ha ganado premios, publicado libros y aparecido en las últimas antologías. Estamos ante un creador único, joven, pero que no necesita los días que vendrán para demostrar la calidad de su textos, ya los tenemos aquí.


¿Ser joven te ha beneficiado? ¿Crees que tus 17 años influyeron en que ganaras el Premio Hiperión de poesía con un poemario como Urbi et orbi, lleno de sonetos y hasta con una sextina?

Los medios acostumbran a situar la frontera entre la juventud y la madurez en los treinta y cinco años, o incluso más tarde, si sigue considerándose joven a Fernández Mallo, mon dieu. Por lo tanto, es posible que publicar a los diecisiete un libro escrito con un año menos, fuese algo impactante. Ha podido ser un beneficio por la atención, pequeña en cualquier caso, pero reseñable, que han obtenido mis textos desde entonces; pero no lo ha sido cuando el dato más llamativo de la publicación era la fecha de nacimiento de su autor, una reseña de Urbi et orbi se titulaba “1988”.
Sólo el jurado del premio sabe por qué gané. Espero que la edad no fuera lo más importante.


Respecto a tu segundo libro, Dime qué, ¿pudo el jurado tener en cuenta que fueras una joven promesa de la poesía española para otorgarte el último Premio Cáceres Patrimonio de la Humanidad?

Evidentemente, no.


Joven promesa de la poesía española, ¿te gusta esta denominación?

No. Por tres motivos. Primero, por la sobrevaloración de “lo joven”, como si intrínsecamente fuera asociado a lo fresco y novedoso; no puedo estar de acuerdo: Juan Carlos Mestre u Olvido García Valdés están cerca de los sesenta años y siguen reinventándose en cada libro, mientras que Javier Vela cuenta con la mitad y es un poeta arcaizante. Esto sucede en todas las disciplinas: recordemos al Picasso nonagenario que no había perdido la curiosidad, y contrapongámoslo a cualquier aprendiz de taller, muy ocupado con sus bodegones.

Segundo, por el engaño de la palabra “promesa”. Porque en poesía cuentan la teoría y los resultados, no las promesas. Aunque quizá todo buen poema sea una promesa incumplida.

Tercero, por el provincianismo que supone “poesía española”. Borremos de una vez la idea nacionalista de la literatura, como si ésta fuera autárquica. Si acaso, en mis mejores días, he querido ser poeta, nunca “poeta español”.


Hace poco se puso a la venta una antología de Luna Miguel en la que se recoge a veintisiete poetas menores de 27 años. ¿Qué opinas de la selección? ¿Sobra o falta alguien?

La selección es producto del criterio de Luna Miguel y, por lo tanto, lo respeto. No sé si “sobra” alguien, porque aún no la he tenido en mis manos ni he leído en profundidad a la mayoría de poetas en ella recogida. Tampoco sé si el verbo correcto es “sobrar”. Sí sé que me habría gustado que figurasen Pablo López Carballo, Javier Vicedo, Julio Fuertes, Beatriz Ros, Cristina Castro...


Además de en esta antología de jóvenes poetas, apareces en La inteligencia y el hacha, otra antología, en este caso de Luis Antonio de Villena. ¿En cuál te sientes más cómodo al ver tu nombre?

Las dos suponen un honor y una alegría para mí, la verdad. Si en la de Luna Miguel me alegra estar por compartir espacio con coetáneos, pareja, amigos, conocidos o desconocidos, en la de L. A. de Villena más bien lo es por convivir con poetas muy admirados, diría “maestros” si no fuera tan cursi el concepto, Juan Antonio González Iglesias, Lorenzo Plana, Luis Muñoz, Mariano Peyrou, Carlos Pardo, Ana Gorría y, sobre todo, Álvaro García y Juan Andrés García Román.


En Dime qué te atreves a utilizar la prosa poética, ¿te has planteado escribir prosa pura, relato, novela?

No sé qué significa “prosa pura”. Desde Baudelaire, la prosa es una forma tan válida como el verso; yo la he usado cuando he querido una manera de expresión más dilatada, que el verso no permitía. En cualquier caso, me gusta esa alternancia.

En cuanto a la narrativa, he escrito multitud de relatos. La mayoría siguen inéditos porque aún tengo algún sentido del pudor. A ratos perdidos escribo algo parecido a una novela, aunque es difícil desprenderse de la conciencia de poeta: no me está saliendo “poética” en el sentido de “almibarada”, pero quizás sí en el de “delirante”.


¿Qué esperas de tu poesía? ¿Piensas en el lector?

Si algo de lo que escribo sirve, es decir, emociona, divierte, sorprende, trastoca esquemas a alguien, bienvenido sea. Pero tampoco es plan de escribir productos prefabricados con el fin de gustar.


Y tú, como lector, ¿puedes disfrutar de una lectura inocente o debido a tu vinculación con la creación terminas haciendo un análisis de toda obra?

Ninguna lectura es inocente, ni siquiera la que hacíamos de Teo desayuna. Es inevitable que toda la identidad de una persona se vuelque en la obra que lee, si su lectura es atenta.


¿Qué cantidad de inteligencia y cuál de sentimiento opinas que debe tener un poema?

Debe seducir a la cabeza sin insultar al corazón (Lucrecio, Paz, Eliot, W.C. Williams, Montale) o viceversa (Ovidio, Vallejo, Whitman, Cummings, Ungaretti).



¿Te gusta la poesía social? Y, ¿qué piensas de la poesía de la experiencia?

Me gusta la poesía sin apellidos.

No sé qué es la poesía social. Intuyo que una escrita con urgencia y buenos propósitos al calor de acontecimientos recientes. Entonces no me gusta. Si es la poesía entendida como un grito surgido de la ansiedad por el devenir de la Historia, en la que participan todos los hombres y mujeres sean de la época que sean, entonces sí me gusta. España, aparta de mí este cáliz me gusta. España, pasión de vida, no.

Tampoco sé qué es la “poesía de la experiencia”. Intuyo que una escrita utilizando como materia prima los acontecimientos de la vida de su autor, es decir, lo que siempre se ha llamado “poesía confesional”. Si ésta trasciende al individuo, me gusta. Cummings es en ocasiones confesional y me gusta. Pero si esta poesía se queda en aburridas confidencias de barra de bar, efectistas y con un desprecio total por la maquinaria del lenguaje, no me gusta. Bukowski es un poeta que cumple, en mi opinión, estos parámetros.


¿Qué veremos de David Leo García en los próximos años?

Lo que quede.

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