Millán Salcedo, "Mochila" Foto: Adela Estévez |
Habla con cariño de su localidad de nacimiento Brazatortas, en Ciudad Real ("el mismo lugar en que nacieron Antonio Gala y Pilar Ruiz, miss Madrid y miss guapa con gafas", subraya, imitando al escritor) a pesar de que, se lo llevaron a Puertollano cuando tenía unos meses, donde vivió hasta la muerte de su padre y en su pueblo sólo ha pasado algunas temporadas, siempre en verano.
Cuenta cómo descubrió
su vocación en el internado de los Salesianos para huérfanos de Ciudad Real en
el que estuvo desde los 6 hasta los 17 años: “en el colegio hacíamos teatro y zarzuelas, y yo, desde chiquitillo, he estado subido a un escenario, que fue lo
que me salvó. Porque la formación que recibí allí no me sirvió para nada”.
El centro era de
oficialía industrial y los curas decidieron que estudiase sastrería, así que
con quince o dieciséis años lo pusieron a hacer sotanas, cosiendo los ojales,
uno a uno “¡a mano!” (y pone tal énfasis en ese ¡a mano!, que en el camerino
aparece por unos instantes la imagen de aquel interno adolescente inclinado
sobre la negra sotana, cosiendo laboriosamente). Y continúa rememorando con un
tono que quiere ser cómico sin conseguirlo del todo: “Treinta y tres, siempre,
midas lo que midas, por la edad de Cristo. O sea, que si se hubiese muerto a
los 98 años habría que hacer 98 ojales, así que nosotros dábamos gracias porque
no hubiese vivido más que treinta y tres años, ¡pobrecillo!”. En la corrala ("Los sobrinos") Foto: Prensa Teatro de la Zarzuela |
Tras ocho meses “de
pesadilla” trabajando como planchador de mangas en unos almacenes de Madrid, a
donde llegó con una recomendación de los salesianos, se plantó un día en la
portería donde trabajaba su madre para decirle que se acababa de despedir del
trabajo porque quería ser actor. Y aquí su voz cambia, rememorando: “y mi
madre, que se había quedado viuda tan joven, que se había venido, con dos
ovarios, desde Puertollano a Madrid con tres hijos, ante la perspectiva de
quedarse con un sueldo menos en casa, me dijo: ¡adelante! O sea, que si soy
algo en la vida es gracias a ella”. Ha dicho esta última frase mirando al
cielo y juntando las manos, como rezándole a esa madre siempre añorada.
Atrapados por la inundación ("Los sobrinos") Foto: Prensa Teatro de la Zarzuela |
Después de un verano buzoneando, vendiendo libros, descargando fruta e incluso intentando con un amigo (“yo no pude, fui incapaz”) trabajar en el hospital que hoy es el Reina Sofía lavando muertos, consiguió aprobar en septiembre y estudió en la Escuela de cuyo profesorado, muchos de ellos grandes nombres del teatro, asegura guardar un recuerdo increíble: don Manuel Dicenta, en cuyas clases se equivocaban a posta para poder escuchar maravillados sus demostraciones de cómo había que hacerlo (y mientras lo cuenta, recita imitando la voz de Dicenta) o José Osuna, que lo llevó con otros cuatro compañeros de curso de gira con los Festivales de España en verano de 2º Curso.
En el servicio militar coincidió con Fernando Conde, que actúa también en Los sobrinos, al que conocía de la Escuela y con el que surgió la idea de un dúo humorístico, que a la vuelta a Madrid, se convirtió en el trío Martes y trece cuando él mismo se lo propuso a Josema Yuste. Durante una actuación en un pub, deslumbraron a Miguel Bosé, que se encontraba entre el público y que empezó a buscarles patrocinadores. Les contrató o propuso que les contrataran en su película ‘Sentados al borde de la mañana con los pies colgando’ que en palabras del actor: “fue un fracaso estrepitoso, pero al mismo tiempo una maravilla porque nos puso en contacto con el cine y sobre todo con el mundo Miguel Bosé, que es un arcángel, el arcángel San Miguel”.
Y llegó la popularidad que él
mismo reconoce que no supo manejar: “al principio no entiendes qué es lo que está
pasando, todo el mundo te alaba, te adora, les encanta tu trabajo,
puedes hacer todo lo que te dé la gana, entrar en zapatillas donde no dejan, ir
en pantalón corto donde es obligatorio el esmoquin y todos te ríen las gracias.
Y eso, de alguna manera, te da un poder que te puede hacer parecer orgulloso,
soberbio. A mí me hizo daño, porque no supe separar: nosotros éramos los
graciosos oficiales, suena vanidoso decirlo, pero es verdad, uno de nuestros
programas se emitió el día de la Conferencia de Paz que se celebraba en Madrid
para evitar que la gente saliese a la calle, teníamos tanto poder como el
fútbol o como los toros, pero no éramos conscientes de ello. Yo ejercía de
gracioso las 24 horas del día porque no soportaba la idea de defraudar a nadie.
Y la gente, cuando no respondías a sus expectativas pasaba del amor al extremo
contrario, a odiarte. Era un nivel
de exigencia horrible, porque a la mínima te decían: ‘no haber salido en la tele,
ese es el precio de la fama’. Y a mí me parecía totalmente injusto, porque yo
tengo mis momentos bajos como cualquiera y no puedo estar siempre al cien por
cien; así que llegó un momento en que decidí que tenía que cortar con todo.
Porque estaba saturado. Llegué a quedarme en blanco en un escenario (gracias a
Dios al final de un espectáculo) y tuvieron que ingresarme en una clínica. Me
recuperé y al salir decidí que tenía que cortar con cosas y, entre ellas, con
Martes y 13”.
"Atravesando los Andes" ("Los sobrinos") Foto: Prensa Teatro de la Zarzuela |
Y otro rol protagonista en La eterna canción de Sorozábal en el Teatro Español. Pero a pesar del éxito de ambas producciones no se ha planteado seguir una carrera en la zarzuela como tenor cómico. "¿Cómo terror cómico? ¡Uy, que miedo! No, no quiero encasillarme, aunque comprendo que de alguna manera ya lo estoy: yo siempre seré, gracias a Dios, el de la empanadilla de Móstoles ¡Encaaannnaaa!
Algo que llegó a odiar
en su momento porque como explica: “en aquella época, estaba tan harrrrto de
que me lo dijeran a todas horas, que es de cajón, ¡es hubbbano!” (la
conversación se llena de muecas y sonidos guturales). “Yo me imagino que si
Julio Iglesias puede evitar que le hablen de Gwendoline lo hará. O Massiel,
imagínate Massiel con el La, la, lá, ella ha hecho muchas más cosas, y siguen
hablándole del La, la, lá. Pero empanadillas aparte, no todo el mundo puede
decir que ha formado parte de Martes y 13, sólo tres personas pueden hacerlo y yo
soy una de ellas”.
(Por megafonía anuncian
‘Primera’, la señal de que falta media hora para empezar la función, el
actor-cantante debe terminar de vestirse porque las puertas del teatro se abren
ya al público que disfrutará esta noche de estreno y sólo el personal del teatro puede permanecer en los camerinos).
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